Jefe del Departamento Fiscal y Tributario
Una reciente entrada de un blog tributario me hizo recordar reflexivamente como se ha dejado atrás la sustancia a favor de la forma. Es decir, como la Administración Tributaria tiene la ventaja en decidir cuál debe ir primero según cuál le conviene desde el punto de vista pro-recaudador y pro-cumplimiento (multas).
En efecto, la carta N° 002-2015/SUNAT, comentada por el blog en cuestión, nos intenta recordar que antes de analizar si realmente existe o no causalidad del gasto, primero debe verificarse si el referido gasto se ha realizado o no. Si bien ello parece más que lógico desde un punto de vista descartiano inverso (existo, luego pienso) eso no quiere decir que sea lo más correcto. En otras palabras. la fehaciencia de la operacíón es primero y luego la causalidad de ésta.
Al respecto, debe quedar claro que la principal causa de esta posición de la AT es que muchas de las operaciones que existen un a economía informal e incumplida como la peruana es que muchas, pero muchas, operaciones no son fehacientes, es decir, que no existen, son simuladas, ya sea absoluta o relativamente, o peor aún de las formas más escandalosas posibles.
No obstante, este problema genera la necesidad de que la AT compruebe "a satisfacción" la fehaciencia de las operaciones,incrementándose el costo probatorio ante una posible fiscalización. De ello, la forma le ha ganado a la sustancia, por lo menos en una primera etapa de fiscalización.
Una solución rápida y simple es que exista una lista taxativa de la documentación exigida para satisfacer el hambre de fehaciencia de la AT y/o que se controle el abuso del derecho a exigir desproporcionalmente la carga probatoria. Para ello, el Tribunal Fiscal tiene un rol integrador, que debe comenzar a aprovechar e implementar a favor de los contribuyentes.
Lastimosamente, dado que el TF es una OPD del Ministerio de Economía y Finanzas, y dado que los ingresos tributarios aún se encuentran en niveles bajos comparado con los años anteriores, es probable que el formalismo sea una constante, por lo menos hasta que cambie el entorno económico-empresarial.
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